Pensar antes de pinchar

¿Sabéis esa página web que es imposible de leer desde el móvil porque se convierte en una verbena de pop-ups que no hay forma de cerrar sin acabar en no sé sabe qué otro sitio? Pues tiene los días contados. Recientemente, Google Adwords advertía que va a dejar de permitir estos emplazamientos que fomentan los clicks por error.

Pero más allá de estas «trampas» de las que somos objeto por la terrible maldad de webmasters de todo el planeta, pobres nosotros, quizá tendríamos que plantearnos qué clase de clics estamos haciendo en este entorno digital. El clickbaiting (esos titulares que nos hacen pinchar sobre cualquier cosa y terminar pasando en sitios como BuzzFeed mucho más tiempo del que merecerían) se nos ha ido de las manos. Si Instagram ha cambiado nuestra forma de ver la vida, desde luego estos medios (BuzzFeed, el Huffington Post, etc.) han cambiado nuestra forma de leer las noticias, pero, sobre todo, nuestra forma de acceder a ellas. Porque decimos que no hay forma de llamar la atención de los usuarios, pero, eh, aquí vamos todos haciendo clic sobre un enlace fraudulento detrás de otro.

Diré que lo que me ha sorprendido de esta última oleada son varias cosas:

  • El cuidado con la segmentación. Mi círculo de contactos de Facebook, abarrotado de feministas, no cayó en el artículo con la foto de una chica de pantalón blanco cruzando la calle de espaldas, pero cayó inmediatamente en los artículos que hablaban sobre las posibles neurosis de Mara Wilson. Bravo por esa adaptación al target.
  • Lo absurdo de que a estas alturas sigamos sin fijarnos en que dominios como verguiónvídeopuntoinfo o losvideosmasviralestrespuntocom no parecen de fiar, a pesar de toda esa obsesión con salvaguardar nuestra seguridad online o evitar la publicidad mediante ad blocks. Las mismas personas que se llevan las manos a la cabeza porque «Google lee tus correos» (aseguran. Ojalá. Me haría hasta ilusión que Google tuviera tanto interés en mí como para destinar gente a leer personalmente los aburridísimos e-mails que intercambio) no tienen ningún reparo en pinchar sobre una publicación que aparentemente ha visto primero otro de sus contactos… Pero que una persona que no conoce de nada ha dejado en el muro de otra persona que no conoce de nada con un sugerente «Jajajajaja, la #8 es lo más» y un titular tan indispensable para seguir con nuestra vida como «10 imágenes que no son lo que parecen».
  • La naturalidad con la que invadimos conversaciones ajenas. Veo que un amigo comparte una conversación entre dos personas (bueno, ni eso: uno de los interlocutores se llama «Vídeo», que también inspira mucha confianza), ¿y me meto a verla? ¿En serio?

Lo que menos me gusta de La Vida Real es que no me puedo meter en conversaciones ajenas de desconocidos, como en Twitter.

— H. (@onedollarpizza) junio 7, 2015

Pero, ¿qué pretenden quienes «roban» así nuestros clics? Este tipo de acciones obedecen a un objetivo lógico, que tiene su origen en algo que, quizá, tendríamos que revisar también: el CPM, al principio («me da lo mismo quién vea tu anuncio, lo que me interesa es que me vas a pagar por cada mil visualizaciones»), y el CPC, ahora («¿que el visitante nunca tenía intención de entrar en tu web? Ah, pues yo qué sé. Mira, tengo 5.564 clics. Págamelos»), no dejan de fomentar que estas prácticas se sostengan. Mientras nos dé igual la calidad del tráfico que llega a nuestra web y paguemos a los soportes sin preocuparnos por él, esto seguirá pasando. Y mientras se espere seguir pagando un precio ridículamente bajo por los clics o los miles de impresiones, esto seguirá teniendo cabida. Porque como anunciantes y como público ganamos, sí, pero como soportes perdemos: al precio por clic que se considera aceptable, no hay forma de incluir publicidad que tenga sentido para el medio que la publica.

Y, por supuesto, tenemos el big data. Simplemente la posibilidad de aprovechar esa información para que en la próxima campaña de links fraudulentos quienes han pinchado sobre la historia de Mara Wilson vean información diferente que quienes han pinchado sobre «selfies fails» o los curiosos de «Así es cómo se ducha la mayoría de la gente, ¿tú también?» Una forma (inmoral) de hacer investigación de marketing o pretests.

Esto se puede evitar con políticas restrictivas en torno a los formatos, como está promoviendo Google; o con funcionalidades de las propias tecnologías, como los bloqueos de Facebook, o los bloqueadores del navegador. Pero de verdad que una de las formas más sencillas que hay es pensar antes de pinchar. Y esa sí que depende sólo de nosotros.

[Photo credit imagen cabecera: GaborfromHungary via Morguefile]

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