Como persona que pasa mucho tiempo conectada a Facebook, a lo largo de estos años he ido trabajando en mi propio «protocolo de actuación». No agregar a personas desconocidas. Utilizar las listas de contactos para filtrar las publicaciones de carácter más personal de cara a aquellas personas con quienes tengo menos confianza (esto requiere un máster, pero para ser alguien que repite #nofilter conforme habla varias veces a la semana, es una garantía de supervivencia). No mantener discusiones improductivas: aprender a distinguir lo que es un debate de lo que es simplemente una forma de autoexpresión y entender que sólo en mi muro tengo derecho a ponerme intransigente (y lo hago, vaya si lo hago. Para eso es mío). Ocultar las publicaciones de aquellas personas que me ponen de mal humor: no entiendo cómo nadie puede quejarse de que sus contactos publican demasiadas fotos de bebés, demasiadas diatribas políticas, o cualquier otra cosa, cuando existe esa maravillosa opción que nos regala tantos años de vida. Debo de ser parte del 0,05% de personas que en Facebook usan la opción de «listas de intereses«: agrupo referencias por sectores que pueden serme útiles, e incluso unifico los «likes de compromiso», páginas que he empezado a seguir para apoyar proyectos ajenos pero que me resultan completamente irrelevantes. En definitiva: si hubiera un ránking de dominio del uso de Facebook estoy bastante segura de que estaría en el top.
Y aun así, hay algo que sigue resultándome extraño y entrañable, y es esa obsesión que tiene Facebook por dominar nuestra vida fuera de la pantalla. Concretamente, nuestra vida amorosa. Ay, Zuckerberg, si al final vas a resultar ser un romántico.
A finales de 2013, Facebook nos informaba de que gracias a sus avances analíticos, podía saber cuándo íbamos a romper con nuestra pareja. Aterrador. Tan aterrador, de hecho, que cuando se presentó el estudio a principios de 2014 se le dio la vuelta por completo (quizá para adaptarse a la fecha de la presentación, febrero, el mes del amor): en ese momento ya hablaban de saber cuándo te ibas a enamorar e incluso cuándo darías el paso hacia la boda, nada menos. Pero, ¿saben una cosa? No lo predicen, no. Básicamente, hacen trampas.
La atracción interpersonal ha sido uno de los temas de estudio preferidos por los psicólogos sociales. Definir científicamente el amor como objetivo en la vida, así de románticos somos los seres humanos. Las conclusiones son, como cabía, esperar, bastante poco románticas (quién no ha oído eso de que el amor dura tres años) y, en lo que se refiere a los principios, incluso bastante preocupantes. ¿Saben qué hace que nos sintamos atraídos por otra persona? En primer lugar, oh, sorpresa, el atractivo físico. Científicamente demostrado: somos superficiales. En los siguientes puestos, encontramos aspectos como la familiaridad («me suena tu cara, ¿vienes mucho por aquí?»), la reciprocidad (que levante la mano quien no se haya fijado en alguien sólo porque ha mostrado interés en nosotros primero) y la semejanza percibida. Este es mi atributo preferido porque demuestra que tenemos una enorme capacidad de creernos nuestra propia mentira. ¿Sabéis esa sensación de «Uau, es que tenemos muchas cosas en común» de cuando empezamos una relación que en pocos meses se transforma en «no tenemos nada de lo que hablar»? Pues eso.
Obviamente, en nuestras autorrepresentaciones en los medios sociales damos nuestra mejor cara. Ponemos las fotos en las que más guapos estamos, contamos las cosas más divertidas que nos pasan. Compartimos las cosas más interesantes que hemos hecho, recomendamos los libros, canciones o películas que más nos han gustado. Ya estamos trabajando en ser cada vez más atractivos, y en el momento en que alguien entra en nuestra lista de contactos se presupone una cierta familiaridad. Y aquí es donde Facebook-alcahueta saca sus mejores armas y va a por nosotros sin piedad.
Acabas de agregar a alguien. Por lo que sea: os acabáis de conocer, o habéis tenido una conversación en el muro de un amigo común, tenéis un proyecto entre manos que requiere más contacto… Da igual. Durante las próximas semanas, vas a ver constantemente a esa persona. Sus comentarios en las páginas que seguías. Los eventos a los que asiste en tu ciudad. Las sugerencias de las páginas que sigue menos populares. Y antes o después, harás click. Y entonces saltará la chispa, «anda, no sabía yo que a X también le gustara esto». «¿Tú también vas a esto? ¡Qué bien, nos vemos por allí!» «¡Vaya, conoces a Y! Qué casualidad, estudiábamos juntos».
Facebook, tramposo, está construyéndoos una historia en común, por si cuela.
Es muy frecuente en los medios sociales escuchar a los novatos hablar de «censura». “Twitter censura mi TT», «Facebook oculta mis publicaciones para que pague». No, señores, no es censura: son algoritmos. En el caso de Facebook se llama EdgeRank y si como Community Manager va a retarte continuamente para que trabajes más tu contenido, como usuario, básicamente, está intentando conseguirte una pareja. Así de majo es, porque si consigue que te obsesiones con lo que esa persona hace en Facebook, si consigue que vuestra vía principal de comunicación sea su Messenger (esto sí que me ha sorprendido totalmente: el mismo mecanismo de primacía se pone en marcha cuando tienes una conversación relativamente larga con un contacto con el que has tenido interacción nula durante los años que hace que sois contactos en Faebook), vas a pasar más tiempo online. Así de fácil.
Facebook no sabe cuándo vas a enamorarte y no sabe cuándo vas a romper con tu pareja, pero, desde luego, sí sabe sacar sus mejores trucos de seducción para intentar que tu amor pase por sus servidores. Y, si pensáis en ello, estoy casi segura de que recordaréis al menos una ocasión en que haya funcionado.
Cuando sintáis que cada vez que entráis en Facebook veis al mismo usuario, cuando sintáis que todos vuestros «Me gusta» os están haciendo parecer unos obsesos psicópatas de cara a otra persona cuya identidad parece que estáis copiando; cuando tengáis la sensación de encontraros en todas partes con ella… Haceos un favor, y quedad a tomar una caña fuera de Facebook. Igual Zuckerberg tiene razón y os estáis enamorando. O, probablemente, no, y cuanto antes lo sepáis, antes podrá jugar EdgeRank a ofreceros un nuevo candidato.
[Photo credit imagen cabecera: DMedina via Morguefile]